Después de la larga Guerra Grande, todos los orientales reclamaban una paz duradera. Frente a la política de fusión, que pretendía eliminar los partidos, los caudillos desarrollaron la política de pactos, que partía de la convicción de que los partidos no iban a desparecer, y proponía el entendimiento a través de la negociación. El objetivo era el mismo: evitar nuevas confrontaciones entre los partidos, que pudieran convertirse en enfrentamientos armados. La forma de lograrlo era distinta.