Al finalizar la Guerra Grande todos reclamaban una paz duradera para recuperar el país. Por diez años se desarrollaron dos maneras para garantizarla: la política de fusión, propuesta por los sectores cultos y urbanos de los partidos, y la política de pactos, opción de los caudillos. El objetivo era el mismo: evitar nuevas confrontaciones entre los partidos. Pero la fusión quería eliminar los partidos, mientras la política de pactos reconocía su existencia y se basaba en la negociación.