Durante los primeros cuarenta años de vida independiente Uruguay no contaba con un gobierno fuerte, capaz de controlar todo su territorio. Tenía una Constitución que determinaba un orden administrativo y jurídico inaplicable. Los gobernantes carecían de medios necesarios para imponer su autoridad, tales como comunicaciones ágiles, un ejército regular, obediente, bien armado y preparado, y recursos financieros. No era posible gobernar el país si no se era caudillo o se contaba con el apoyo de uno.