Las primeras fábricas fueron propiedad de la burguesía industrial. Solo ella tenía el capital para su funcionamiento: un lugar apropiado, maquinarias, herramientas, materia prima y mano de obra. Los dueños de las fábricas hacían la inversión y, con la venta de lo que la fábrica producía, obtenían ganancias para mantener la empresa en marcha, además de incrementar su riqueza. También utilizaron ese dinero para invertir en otras áreas de la economía.