La guerra entre México y Estados Unidos enfrentó a los dos países entre 1846 y 1848. Para México el conflicto significó perder amplios y valiosos territorios que hoy pertenecen a Estados Unidos: California, Nuevo México, Arizona y Texas. El afán de Estados Unidos por expandirse hacia nuevas regiones le permitió aumentar su territorio en un 60%. Las nuevas tierras conquistadas a México contaban además con importantes recursos minerales como oro, plata, cobre y uranio.