A finales del siglo XIX Japón empezó su proceso de industrialización para poder ser un país competitivo con las economías industriales de los países europeos. Para conseguirlo, el gobierno japonés encabezado por su emperador estimuló con fuerza la modernización económica del país. La industrialización de Japón fue diferente a la de los países europeos o la de los Estados Unidos, donde el gobierno jugaba un rol mucho menos activo y eran los empresarios privados los que generaban los cambios.