En la segunda mitad del siglo XIX la revolución industrial alcanzó un desarrollo tan importante que llegó a expandirse a muchas partes del mundo. Los países industriales buscaban nuevas fuentes de materias primas y nuevos mercados para sus productos. Los avances de las comunicaciones y el transporte favorecieron el comercio de tal forma que las empresas rápidamente prosperaron, a punto tal que algunas de ellas se volvieron más ricas y poderosas que muchos países.