En 1815 los reyes recuperaron el poder en Europa y se reunieron en el Congreso de Viena para decidir sobre el futuro del continente. Allí se decretó la división de la península itálica en siete países con gobiernos y economías muy diferentes: los Estados del norte eran industrializados, ricos y muy poblados; los del sur eran más pobres, menos poblados y con una agricultura poco desarrollada. Esta división duró hasta 1870, cuando los Estados pudieron reunirse para formar el Reino de Italia.