En el siglo XIX se produjo una importante transformación en el mapa del mundo. Aparecieron nuevos países y las fronteras de los ya existentes se transformaron muchas veces. Por otro lado, también cambió la manera en que un país se reconocía a sí mismo. Ya no se asociaba a la figura del rey sino a nuevos factores vinculados a la política. El sentimiento nacional creció inspirado en la idea del pasado común y dejó de depender de la lealtad a un monarca que, en muchos casos, perdió su poder.