Durante más de 200 años existió en Europa una forma de gobierno que se conoció como monarquía absoluta. Los países eran gobernados por un monarca, que podía ser un rey o un emperador, que tenía todo el poder en sus manos y no debía responder a nadie por sus acciones. El rey era quien decidía sobre la política y la economía de su reino, mandaba al ejército y creaba las leyes. Se pensaba que el poder había llegado al rey por intermedio de Dios y por eso su autoridad no podía ser cuestionada.