Las primeras máquinas de la revolución industrial fueron fabricadas por artesanos, hombres que habían desarrollado su conocimiento y habilidad gracias a la práctica de su labor. Estas máquinas artesanales pronto fueron insuficientes para el ritmo de trabajo que se necesitaba. El aumento de la producción requirió la participación de científicos, cuyos estudios sobre las nuevas fuentes de energía, la química, los metales, etcétera, le dieron a la industria el impulso necesario para expandirse.