Las revoluciones que se produjeron en Europa en 1848 acabaron con las monarquías que habían recobrado el poder en 1814. Se trató de revoluciones nacionalistas que buscaban unificar los países que habían sido divididos en el Congreso de Viena. Estas revoluciones contaron con la participación activa de las primeras organizaciones de obreros. A medida que los reclamos por igualdad y justicia social se hacían más fuertes, quedaba claro que el tiempo de los reyes absolutos estaba llegando a su fin.