Hasta el siglo XVIII Francia era una de las monarquías absolutas más importantes de Europa. Allí el rey gozaba de amplios poderes y la obediencia a su voluntad era absoluta. El pueblo creía que el rey era quien debía gobernar Francia por derecho divino, pues se pensaba que su poder provenía de Dios. Durante la Revolución francesa el origen y el derecho al poder del monarca comenzaron a ser cuestionados. El movimiento revolucionario determinó la muerte del rey en la guillotina en 1793.